Eve's

Hola a todos!!!

March 22, 2007

¿Quién le entra?

Spencer Tunick es un fotógrafo conocido por realizar obras donde capta a miles de personas que se desnudan voluntariamente para él en escenarios históricos o impactantes.

En abril estará en México y está invitando a todos los mexicanos a inscribirse para ser parte de su fotografía.

Si uno quiere participar tiene que entrar a una página donde registras tus datos y tu mail. La locación es un secreto y solamente se revelará unos días antes del evento, cuando se le mande un mail a los participantes con la dirección a donde tienen que acudir. Te piden que ese día lleves ropa muy cómoda y nada de joyas. Además de eso te advierten que va a haber miembros de la prensa y podrías salir retratado en cualquier medio...

¿Qué como se todo eso? Ja, ja, ja por que me di una vuelta por la página pero creo que soy demasiado pudorosa para participar, aunque quien sabe...

Pd, para aquellos interesados la página es www.spencertunickmexico.unam.mx

March 15, 2007

Esta muy interesante:

Kiva - loans that change lives
La señora Avonyo es de Togo, tiene 30 años y vende ropa tradicional para vivir. Necesita 1,000 dolares para poder expader su negocio. David de Ecuador tiene un puesto en un mercadito donde vende plastico, jugetes y tiene una fotocopiadora de segunda mano, necesita 1,200 dolares para mejorar su negocio.
¿Sabían que pueden prestar dinero a una persona pobre de cualquier parte del mundo para ayudarla a empezar o mejorar su negocio? Entras a la página y puedes escoger entre una gran variedad de personas, cada una con su propio negocio y puedes prestarle desde 25 dolares hasta el total de lo que está pidiendo prestado. Después de un tiempo, te devuelven tu dinero.
25 dolares, 250 pesitos, es lo que gastamos en un sabado o en una ida al cine, esta vez los podemos usar para algo más importante yo creo que es una buena forma de ayudar a la desigualdad que existe en este mundo que personalmente me parece un problema critico... no es que con esto se vaya a resolver el problema pero cada ganito cuenta.

March 12, 2007

Troncones I

Todos tenemos -o al menos deberíamos tener- un rinconcito en el mundo donde podamos escaparnos de todo. Un lugar con el que soñamos durante los días más aburridos en la oficina o cuando llevamos 2 hrs. en el tráfico de Periférico, Insurgentes o la vía que hayas tenido la mala suerte de escoger y que simplemente no se mueve. Para algunos ese lugar debe ser París o Tokio, para mi es un lugar menos suntuoso y más cercano: Troncones.
Para llegar a Troncones tienes que tomar una desviación desde la carretera principal que está marcada por un simple y rústico letrero (no de esos verdes que pone el gobierno por todos lados, sino uno hecho a mano en un pedazo de metal). Das la vuelta y entras a una carretera de un sólo carril donde la vegetación apenas deja lugar para que pasen los coches. Después de andar 5 minutos, se acaba el pavimento y te topas de frente con el mar. Ahí empieza una calle de terracería polvorosa paralela al mar donde hay una serie de changarritos con techo de palma donde venden mariscos y casas, en su mayoría de gringos y canadienses, que sin ser lujosas son cómodas y bonitas.
Nosotros siempre llegamos a una de esas casas que los dueños gringos rentan cuando no usan y que cuidan Lulú y Oscar. Una casa fresca y limpia, con una alberca espectacular y más adelante una palapita con varias hamacas y tumbonas donde uno se puede tender todo el día a observar la playa. La playa es la más perfecta del mundo, de arena suave y siempre limpia y lo que es más importante para mi: sin gente. Puedes acostarte con tu toalla en la playa y no ver a más de 10 seres humanos en todo el día, y la mayoría del tiempo volteas a ambos lados y sólo estás tú y el gigantesco e imponente mar, las gaviotas que vuelan bajo en busca de comida, la arena que tiene más huellas de cangrejos que de humanos y si te fijas bien, hasta alcanzas a ver los peces nadando entre las olas.
Aquí nadie te renta tumbonas ni hay meseros trayendo bebidas, nadie te ofrece moverte la panza ni te venden plata, ni hamacas. Aquí tienes que bajar con tu propia hielera y tu propia sombrilla, que te prestan junto con la casa, así como el resto de cosas de playa que quieras utilizar, yo experimenté con una tabla de surf una vez sin buenos resultados (pero eso es otra historia). Aquí estas sobre tu toalla acostado y puedes escuchar el sonido del mar, sin niños gritando ni música tropical a todo volumen bloqueando el sonido de las olas.
Y si un día te hartas de la arena, puedes dar tres pasos y sumergirte en tu propia alberca, sin temor a los meados ajenos... uno de mis lugares favoritos es la hamaca que esta sobre la parte techada de la alberca donde te puedes acurrucar con un libro mientras metes los pies en el aguita.
La comida siempre es buena: en el desayuno, Lulú y Oscar, te dan fruta con granola y yogurt y algún platillo como chilaquiles o huevos y todos los tipos de jugo que existen. El resto del día nos alimentamos en la playa de cosas que cargamos en nuestra hielera: frutas, jugos, papas, frituras de plátano nativas, etc. En las noches puedes usar la cocina para preparar algo o puedes salir y por 200 pesos comer pescado fresco y cocinado con ese sazón que sólo las señoras de pueblo tienen, mis platillos favoritos son el queso fundido con camarones, las tiritas (pedacitos de pescado cortados muy finitos con limón, chilito y cebolla) o hamburguesas del Burro Borracho porque por más incongruente que parezca esas hamburguesas de res en la playa son lo mejor que he probado.
Este es mi lugar de escape en el mundo, en el corcho de mi oficina hay una foto de Troncones y cada ves que tenemos más de 3 días libres, huimos para allá. Hemos ido 7 veces en los últimos 3 años y no puedo imaginar una mejor forma de disfrutar unos días libres. Creo que amo tanto ese lugar que mi objetivo de vida será comprar una casa ahí cuando tengamos dinero. Pero no compartan Troncones con nadie más porque sino se comercializará y terminará siendo un Acapulco más...

March 06, 2007

¿La manzana prohibida siempre sabe mejor?

Desde hace tres años mi vida es todo un cuento de hadas (ja, ja, ja que presumida suena esa frase). Tengo una buena vida, una casita super linda, un esposo que es maravilloso, que me complemente, me hace feliz y además cocina muy bien (aunque no sean quecas), un trabajo que me divierte y me permite llevar una vida económicamente tranquila e incluso caprichosa y un perro gordo, precioso y necio que hace nuestra vida mucho más interesante.
Claro que podría ver las cosas de manera mucho más trágica: mi casa es ridículamente chica, mide 50 mts. cuadrados literalmente, no tiene horno y ni siquiera cabe un refrigerador de tamaño normal, mi perro es histérico y masoquista, yo tengo lupus y eso a veces me limita en muchas cosas y el trabajo de vez en cuando me saca canas verdes -u ojeras moradas si hay que quedarse hasta la madrugada- y el estigma de no haber acabado aún la maldita tesis cuelga sobre mi todo el tiempo.
A pesar de todo esto genuinamente creo que mi vida es buena y todo iba bien hasta hace un par de meses que le dijeron al Arqui (el esposo) que está enfermo y le empezaron a dar medicinas para tratarlo, medicinas que nos impiden reproducirnos porque podrían hacer que el bebé naciera con 6 dedos o 4 ojos. En realidad no teníamos planeado tener hijos pronto... de hecho ni siquiera hemos decidido si queremos hijos o si queremos ser ricos y tener mucho tiempo libre en el futuro para disfrutar una vida sin pañales ni chillidos. A pesar de eso me estresó la prohibición... porqué?
No comprendo porque lo prohibido siempre te provoca... que causa tan extraña te impulsa a desear algo que antes de que te lo prohibieran ni siquiera era un tema importante en tu vida... racionalmente soy muy feliz como yuppie-burocrata sin más preocupación o responsabilidad que sacar al perro a dar una vuelta y llegar a tiempo a ver Grey's Anatomy (y lo acepto también Gilmore Girls aunque sea cursi), pero emocionalmente el gusanito está ahí.. qué pasa conmigo?!?! ¿Así somos todos de contradictorios?